martes, 28 de mayo de 2013

Los muertos son los muertos

Todos mis balcones dan hacia un cementerio,
me dijiste.
El de tu departamento en Bogotá antes,
el de Recoleta ahora.

Me asomo por tu ventana y puedo verlo:
Buenos Aires huele a muerte.

Tomamos vino, nos reimos,
pero hay algo que nos está vigilando.
Esos cuerpos miran
nuestra desnudez.

Ellos también están desnudos,
pero tienen una ventaja:
están ahí, quietos, solitos, solitos.

Un cuerpo bajo tierra guarda algunos secretos.
Nuestros cuerpos juntos son el espejo del momento,
la angustia de mañana.

Pero los cuerpos de los muertos son como el ruido que hace lo roto.

Tirados en la cama pensamos un rato en los cementerios
y nos reimos.

Qué idiotas,
no hay nada de gracioso en los muertos.

Nosotros nos reimos porque estamos mirando por tu ventana.

En el piso 16
hay mucho viento.
Bajemos las persinas, corramos las cortinas.

Cuando todo esté cerrado,
los muertos y sus cuerpos seguirán ahí,
con ese hedor ausente.

Y nosotros dormiremos,
cada uno mirando hacia un lado diferente.
Sin reconocernos en el otro.

Sin reconocerme en nadie.

Cuánta tristeza.

Los muertos son los muertos.
Pero nosotros también estamos muertos
y tomamos vino
y reimos
y dormimos juntos
para no darnos cuenta.

Cuánta tristeza.

domingo, 19 de mayo de 2013

Plaga de langostas

En el pueblo hay plaga de langostas.
En el pueblo hay plaga de langostas
y dicen que se lo comen todo.

No vas a creerme,
pero hay miles.

Se te suben encima,
las roñosas trepan por los cuerpos de los visitantes.

Yo tampoco pude creerlo.

Apocalipsis.
Algo así como un mensaje celestial.
O una bronca,
un odio celestial.

En el pueblo hay plaga de langostas
y dicen que se lo comen todo.

Langostas devoradoras.
Asesinas.

Ahora creo que es culpa de ellas:
se comierom tu presencia,
tu voz.
De pronto, hasta tu cuerpo desapareció,
ya no siento su desnudez junto al mío.

Quedé sola.

Las langostas te succionaron los ojos,
te tragaron entero
y te vomitaron muy lejos mío.

En el pueblo hay plaga de langostas
y dicen que se lo comen todo.

Las langostas hijas de puta se comen todo 
menos tu recuerdo.

martes, 14 de mayo de 2013

Los sin techo

"Y el primer día que pasamos a bordo 
no quise que gastaras dos dólares para alquilar una tumbona. 
Ahora te dejaría.  Ahora te dejaría hacer cualquier cosa.
No era por el dinero. Era porque tenías muy mal aspecto,
y pensé que te helarías de frío en la cubierta.
Y nadie sabía lo enferma que estabas. Tiré de la toalla.
Te la arranqué de las manos cuando me dijiste
que gastarías esos dos dólares.
No era por el dinero. Ahora rompería dos dólares aquí mismo.
Dios mío, era por el dinero. Te he perdido"

Donleavy


La mayor preocupación de mi madre fue la casa;
la de mi padre, esconder a sus amantes.
Algo de eso hay acá, esta noche, cada noche.
Digo la casa y no quiero decir el hogar, digo la casa,
físicamente: tener una casa.
Ella nunca pudo tener su casa. Mi padre sí pudo esconder a sus amantes.
De esas diferencias que no marcan un abismo pero sí lo señalan.
Y digo esconder y quiero decir que nos enteremos de algo 
pero no de todo.
Algo de eso hay acá, esta mañana en la que me desperté
en tu cama y ni siquiera sé tu nombre.
Y digo que, como mi madre, yo tampoco tengo casa.
Eso también sucede todas las noches, cada día.
Y quiero decir que entiendo a mi padre.
Sin casa, sólo se puede dormir tranquilo en la habitación de un amante.
Del que ya ni recuerdo su nombre y quizás nunca lo supe;
pero que lindo querido que te levantes y me prepares un desayuno y esas conversaciones que ni debieran existir 
porque entre nosotros sólo existió la noche.
No hay modo de dormir tranquilo cuando uno no tiene casa.
Y por eso lloraba mi madre, no era por las amantes.
Dios mío, era por las amantes.

sábado, 11 de mayo de 2013

Las putas




I

Otra vez las putas
dando vueltas por ahí.

Rondándome.

Las putas ganas de tomarme esa raya,
de mentirte,
de hacer las cosas mal.

Porque la vida se vive
y todo ese blablabla.

Pero vivirla no es mentir,
ni mentirte.

Y cuando las putas llegan
te exigen la mentira.

¿Porqué la necesidad de portarme mal?



II

Vos no cambiás más,
me había gritado Juan.

Cambiar es un efecto,
digo,
no es un acto deliberado.
No se acciona a partir del cambio.
No.

¿Pero quién entiende eso?
Nadie.

¿Y quién me convida la raya?
Todos,
cualquiera.

Escribir sobre esto es pretencioso.
Es un asco.

El mundo es un asco
y los tarados sólo queremos emborracharnos.

Otros tarados pretenden cambiarlo.
Eso es pretencioso.

Que el mundo cambie
también es un efecto.
No una acción deliberada.



III

Nadie entiende que estamos solos.

Nos unimos a cualquier causa,
nos enfilamos en cualquier movimiento,
nos vanagloriamos por pertenecer a un sector,
porque no queremos reconocer nuestra soledad.




IV

Hay pocas cosas no pretenciosas:
un mate dulce con mi tía Teresa
en el medio de los cerros.

Eso sí que es una acción deliberada.

¿Pero quién entiende
la belleza de lo familiar?

Freud dijo que eso era lo siniestro,
y lo dijo porque nunca compartió un mate dulce con mi tía.

Acá todos se enojan,
matan a sus padres,
y en el peor de los casos
se terapizan para llorar,
negarlos,
no entenderlos,
y al fin, por fin.
aceptarlos.

Eso sí que es un asco.



V

Pocas personas reconocen a las putas
cuando andan revoloteando.

El que las vea que levante la mano.

Ya nadie quiere que una puta se lo coja,
las nuevas éticas de género,
de degenero y blablabla.

Pero las putas son otra cosa.
Te enfrentan con tu soledad.
Con vos mismo.

Uno está tan solo
que necesita un abrazo honesto.

Una conversación.

Alguien que devuelva una mirada.

Nadie sabe hacerlo.



VI


No quiero ceder
ante la presencia de mis putas.

Hay que huir,
no quiero enfrentarlas.
No quiero enfrentarme.

Tengo miedo,
voy a correr,
voy a gritar.

Desnuda en la oscuridad
voy a rezar:
(para no equivocarme y quererte bien)

todos juntos la plegaria que Él nos enseñó.

viernes, 10 de mayo de 2013

Somos lo que abre


                                                                                       No nos une el amor,
                                                                                                    nos une
                                                                                                     no saber vivir.
                                                                                                            Sbarra.

             

Imposible saber porqué te quiero.
No puedo.

Hay algo que se rompe entre nosotros,
en el medio hay cosas rotas.

Una fisura,
varias.

Por todo eso te quiero.
Mentira.

En ese espacio roto que hay entre nosotros
podríamos construir un mundo.
Navegar un mundo.
O varios.

Un mundo sucio y podrido.

En el medio de esa cosa
que está entre nosotros
habitan cucarachas.
Somos una gran familia.

La fisura somos nosotros.

Que se vayan todos
y queden las cucarachas.

Las odio,
pero son la familia.

Y no necesitamos nada más.
Mentira.

Todavía me parece imposible
saber porqué te quiero.

Las gentes saben responderse esas preguntas.
Yo no.
Vos tampoco.

No me abandones.

Ese espacio entre nosotros
es el resultado de un estallido.

Ahora habitamos un cráter.

Esa fisura nos une.
Eso es lo que abre.

La tierra se abre,
se abrió.

Y ese es nuestro mejor lugar:
el lugar roto.
Nada de costuras,
ni de parches.

Ese lugar roto
es lo único que puede generar alguna apertura.

No hay modo de que el alma se abra
si no habita lo roto,
la fisura.

Vivimos en la grieta.

Es toda nuestra posibilidad.

Y no es una aventura:
es la imposibilidad de vivir en otro sitio.

Cucarachitas distraídas,
una noche nos dejaron solos.

Y entonces, sucedió:
fuimos felices en la grieta.

Somos felices en la grieta.
Felices en esa fisura.
No sabemos vivir de otro modo.

Somos lo que abre porque es lo único que sabemos ser.

El resto de las cosas
no las conocemos.
No podemos.

Somos lo que abre porque es lo único que podemos ser.

Juntos,
destrozándonos en la mugre,
bañados en sangre,
desnudos
bailando en las heridas que están abiertas sobre la Tierra.

miércoles, 8 de mayo de 2013

A veces el poema es corto


A veces,
el poema es corto
y la pena, enorme.

Tomo trenes,
eternos,
lejanos,
para acercarme un poco hacia vos.

Por la ventana sólo se ven árboles.

También algunas casas viejas.
Toda mi tristeza no entraría
en una casa vieja.

Está amaneciendo.
Amanece.

Un hombre se sienta a mi lado.
Tiene una bolsa en la mano,
la abre.
Saca un pedazo de pan y lo mastica.

El cuerpo de Cristo.

Amanece
y el hombre hace migajas en el asiento de un tren
con el cuerpo de Cristo.

Yo lo miro y quiero abrazarlo.

Él también está solo.

La tristeza de este hombre y la mía
podrían cubrir todos estos campos.

Este país está lleno
de campos cubiertos con tristeza.

Los pobres y los solos
comemos mucho pan para purificarnos.

Para que nuestro cuerpo y el de Cristo
sean uno.

Para romper un poco la soledad.

A veces,
el poema se extiende.
Crece.
Y cuánto más crece el poema,
más crece la pena.

Todo esto no sirve para nada
pero hay que hacerlo.

Dicen los amigos que hay que hacerlo.

Ellos no entienden nada de la tristeza.
Ni de Cristo.
Ni de la pobreza,
ni del pan duro que me rompe las muelas,
que no me sana.

Sólo quisiera comulgar en una misa,
hacer comunión para no estar sola.

Pan y agua todo el día.
De noche.

Porque no tengo plata.
Porque quiero purificarme de vos,
de todos.

El hombre extiende su mano derecha
y me convida un mate que preparó.

Estoy salvada.

martes, 7 de mayo de 2013

Los nenes bien


Los nenes bien, los acomodados,
chicos blancos y bien parecidos,
militantes de la forma.
Les descargaría un cartucho entero adentro del corazón:
sientan algo pequeños artistas,
huelan la pólvora.

Pero no pueden irse del todo:
algunos son mis amigos,
otros me caen bien
con varios me iría a la cama
(o ya me fui).

¿Cómo convivir con ellos?
Niños estudiosos, locos de la estética.
Hijos de profesionales, padres separados.
Todos ateos hijos de puta.
Creo que eso me duele más:
se educaron para negar a Dios.
Dios ha muerto, me dicen
y que ganas de llorar.

Envidia a su clase media acomodada.
Neoimpuros,
modernos fanáticos de la libertad,
del touch and go,
de las ediciones digitales,
de Warhol y de todo lo plateado que viene con él.
Cocaina antes que vino en caja.

Me duele que nunca me hayan aceptado entre ustedes.
Me obligaron a saltar hacia el otro lado.
Meter los pies en el charco,
arrodillarme y cruzarlo.
Beber el agua podrida.
De este lado: lo fétido, lo que huele mal.
La única motivación es la suciedad.
Para mancharles sus camisas y empañar sus lentes.

Y quizas todo esto no sirva y claro que no sirve.
Voy a mirarlos.
Sonreirles.

Pero cuidado:
acá somos salvajes.
Cuidado muchachitos:
acá las garras hacia afuera. Siempre.

No sea cosa que un día te enamores de mí
y te robe la plata, y te robe tus obras,
y te robe las ganas de amar.

Cuidado,
porque eso es lo único que importa.